Rankings universitarios, ser, estar o parecer

El caso de la UPC

En el caso de las universidades especializadas, como la UPC, la preferencia está en tener en cuenta los rankings temáticos por encima de los generalistas, ya que los primeros adaptan los indicadores y su peso a las peculiaridades disciplinares. Aun siendo así, actuar para que la información se encuentre y pueda estar al alcance de las editoriales que publican este tipo de estudios es clave para conseguir buenas posiciones. Lo es también mejorar la autoría y filiación de las publicaciones del personal docente e investigador, una línea en la cual la UPC trabaja desde hace ya algún tiempo. Y, lógicamente, desarrollar una investigación de impacto, un camino en el que, según Santiago Silvestre, vicerrector de Evaluación y Calidad, el gap generacional que padece la plantilla de PDI de la Universidad es un hándicap.

Con todo, determinar la posición de la UPC a nivel global es difícil porque este tipo de clasificaciones no siempre miden adecuadamente una temática que es esencial en la Politécnica como es la arquitectura y su valoración se vincula, principalmente, a aspectos como la reputación o la participación en proyectos internacionales.

“Estar entre las 50 mejores universidades del mundo en algunos rankings temáticos es de un gran valor para la UPC, porque resulta obvio que no podemos competir por tamaño o por perfil en rankings de tipo más generalistas”, explica el vicerrector Santiago Silvestre, para quien el posicionamiento natural de la UPC es ser la primera politécnica del estado y situarse entre las diez primeras universidades de Europa en los ámbitos que le son propios.

Los rankings internacionales proporcionan visibilidad a las universidades y, según los expertos, contribuyen a mejorar la calidad de la institución. El reto es, ahora, saber valorarlos en su justa medida.

21/01/2019

Si hay una frase repetida en todos los foros dedicados a analizar el fenómeno de los rankings universitarios –que son muchos en los últimos tiempos– es que este tipo de clasificaciones han venido para quedarse. Hay que tener claro, sin embargo, que los rankings, que a veces tienen su origen en empresas e Instituciones dedicadas a asegurar la calidad, en otras ocasiones son impulsados por empresas vinculadas al ‘negocio’ de la formación que tienen intereses no siempre explícitos, como consultores, editoriales, suplementos mediáticos… un matiz que pasa desapercibido en algunos entornos.

“No nos tenemos que obsesionar –matiza el vicerrector de Evaluación y Calidad de la Universitat Politècnica de Catalunya · BarcelonaTech (UPC), Santiago Silvestre—pero hay que ser muy conscientes de que los rankings aportan mucha visibilidad y desempeñan una función importante en la captación de estudiantes, especialmente de master y doctorado”. En el caso de la investigación, la investigadora del Departamento de Ciencia de los Materiales e Ingeniería Metalúrgica Cristina Canal, explica que “lo que cuenta ahora mismo son los rankings de impacto de las revistas, y se te conoce por las publicaciones; pero esté claro que no se pueden dejar de lado otros rankings y que hay que continuar trabajando para mejorar la posición de la UPC porque son importantes para la docencia, lo serán para la investigación y se pueden encontrar líneas para la futura orientación política universitaria”.

Para F. Xavier Sánchez-Vila, director del Departamento de Ingeniería Civil i Ambiental, los rankings sirven para saber qué se está valorando internacionalmente “para salir de nuestro propio caparazón” y, especialmente, para visibilizar la universidad y su investigación: “cuando se busca un partner para un proyecto europeo, se conoce tu trabajo como investigador, pero se tiene muy en cuenta si tu universidad está bien situada en determinados rankings”.

Sobre los indicadores, Sánchez-Vila cree que todo depende de los objetivos de cada universidad. “Si un ranking valora que la universidad cuente con personas que han obtenido el Nobel y la relación coste-beneficio para que esta inversión es positiva, la universidad se debe plantear si debe apostar”. Para el director del Departamento, los rankings también favorecen debates internos que hacen avanzar a la universidad en tanto que ponen sobre la mesa diferentes estrategias que marcan la diferencia entre estar o no estar en este tipo de clasificaciones “y es la universidad la que debe decidir por dónde debe ir y si, por ejemplo, quiere potenciar determinadas áreas o si opta por distribuir los recursos de una manera más igualitaria”, afirma. 

El reto es ahora dar valor a los rankings en su justa medida, porque los expertos coinciden en señalar que también contribuyen a mejorar la calidad de la institución. En palabras del secretario de Universidades e Investigación de la Generalitat de Catalunya, Francesc X. Grau, el impacto y la posición en los rankings están correlacionados con la excelencia y aportan información valiosa sobre las universidades y sobre los sistemas universitarios.

La captación de recursos es una de las derivadas de una buena posición en rankings de prestigio, aunque, en algunos países, el proceso se produce justamente al revés y a raíz de que conseguir buenos resultados en ellos es política de país, los gobiernos han incrementado considerablemente las partidas dedicadas a la universidad para conseguir posiciones relevantes. Es el caso de Rusia o de Francia.

¿Y cuál es el peligro de los rankings después de proliferar e impactar globalmente? Que acaben concentrados en manos de editoriales. ¿Y la solución? Para Santiago Silvestre “se trata de intentar no estar en aquellos rankings que tienen indicadores poco transparentes, y no participar en ellos de acuerdo con las otras universidades. Al fin y al cabo, un ranking no es nada si las grandes universidades no participan…”.